Tomatlán
es un pueblo muy pequeño si lo comparamos con otros lugares, casi todos los que
vivimos aquí nos conocemos y es normal toparnos con algún pariente en cada
esquina. Cuando vamos por la calle acostumbramos saludarnos dándonos los buenos
días, preguntando cómo nos ha ido o con un simple adiós. Esta es una costumbre
que en otros lados se ha perdido. Yo creo que eso de tratarnos tan amablemente
se debe a que somos un pueblo pequeño, o como dijeran unos parientes de México:
“un pueblito”.
Algo
que a mí me gusta cuando voy por la calle con mi mamá, es cuando se detiene a
platicar con algún vecino o alguna de sus comadres. A veces no entiendo lo que
dicen pero es bonito ver con que gusto lo hacen, y de paso que le digan a mi
mamá lo grande que estoy: - “Cómo ha crecido tu niño”, le dicen y no falta un
pellizco en los cachetes, nomás de puro cariño.
Aunque
muchos piensan que es mejor vivir en la ciudad, como mi primo Pedro (que
cumpliendo los dieciocho años se fue a vivir a la capital), yo creo que
Tomatlán es un buen lugar para vivir y como dice mi abuelito, - “eso de irse a
otro lado es cosa de jóvenes que no saben ni lo que quieren”. Espero que eso no
me pase a mí cuando crezca porque aquí nací, aquí he crecido y aquí están las
personas que más quiero: mi familia y mis amigos.
Además,
aquí tenemos muchas cosas bonitas, por ejemplo, a mí me gusta ir con mi papá al
monte (como él le dice); en realidad vamos a la finca de café o al cañal. Es
divertido cuando es tiempo de cosecha porque hay mucha gente trabajando por
todos lados. Los domingos, después de ir a misa, me gusta ir con mis amigos al
campo deportivo a jugar con ellos o a ver el partido de los grandes. Me gusta
cuando salimos de día de campo con la familia o con mis compañeros en la
escuela.
Recuerdo
la última vez que salimos. Nuestros maestros nos llevaron al sitio arqueológico
de La Yerbabuena; un lugar bien bonito y donde aprendimos mucho. Un señor que
se llama Román Fitta nos explicó que hace muchos años, mucho antes que mis
bisabuelos, ahí vivieron unas personas muy diferentes a nosotros. La maestra
nos explicó que se llamaban olmecas y terminamos el paseo en el museo comunitario
que está en la Casa de la Cultura. Ahí vimos muchas cosas y entendimos mejor lo
que viene en nuestros libros. Nos explicaron cómo vivían los olmecas, quienes
eran sus dioses y hasta lo que comían. En realidad, creo que no eran tan
diferentes a nosotros pues comían tortillas de maíz y tenían unos metates bien
grandotes como el de mi abue.
Lo
que más me gustó fue la estela del gobernante, es una piedrota “así de
grandota” que tiene la figura de una persona, seguramente es el rey de los
olmecas. Me gustó porque se ve que sobre su cabeza lleva una máscara y muchas
plumas, bueno, eso es lo que yo imaginé porque me acordé de algo que me gusta
más que todo lo que tenemos en Tomatlán, me acordé de la danza de los
santiagos.
Si,
creo que eso es algo muy bueno que tenemos en nuestro pueblito. Me gusta cuando
llega la fiesta patronal, de San Miguel Arcángel, en septiembre. Todas las
tardes, nueve días antes del mero 29, casi casi cuando va a oscurecer se
empiezan a escuchar los cuetes junto con las campanas de la iglesia y a lo
lejos se oye la música de la flauta y el tambor, y un poquito después los
cascabeles. No hay duda, ¡es la danza de los santiagos!; viene por delante de
la procesión y van para la iglesia. Todos nos emocionamos y salimos corriendo a
verlos pasar y si tenemos suerte nos dejen seguirlos. ¡Híjole! Hasta se me pone
la piel chinita nomás de acordarme.
A
mí siempre me han gustado las danzas y la de los santiagos es mi favorita
porque mi abuelito me contó que él bailó muchos años, cuando era joven, con la
danza de don Felipe Ramos, bueno, en ese entonces era de su papá. Nunca pensé
que la danza de don Felipe tuviera tantos años. Mi abuelito dice que es la más
antigua, creo que desde los tiempos de la revolución, o antes. Después, con el
tiempo, se formaron otras como la de don Güicho Cortés o la de don Cenobio Nieves
y así se han ido formando otras, todas rete bonitas.
Cuando
sea más grandecito voy a bailar los santiagos y mi abuelito dice que él me va a
mandar a hacer mi traje pero que antes tengo que aprender qué representa, para
poder valorar más todo eso, porque no es un juego. Tiene que tomarse en serio y
cada cosa significa algo importante. – “no es nomás vestirse y salir a pegar de
brincos”, dice mi abuelo. Él me cuenta que la gente de antes era más respetuosa
de esa tradición y que los niños de ahora debemos aprender igual que los
grandes para que esta costumbre no se pierda nunca, aunque dejemos de ser un
pueblito.
Un
día le pregunté a mi abuelito qué representa la danza de los santiagos y me
dijo que había cosas que yo todavía no podía entender pero que me lo iba a
explicar “bajita la mano”, o sea de manera que yo lo entendiera. Dice que hace
muchísimos años, la gente acostumbraba pelearse por cualquier cosita. Creo que
eso todavía pasa, como lo hago yo con mi hermana. Bueno, la cosa es que antes
lo tomaban muy en serio y más si se trataba de defender las creencias. Resulta
que había dos grupos unos eran los moros y otros los cristianos, algo así como
los buenos y los malos, nomás que ve tu a saber en ese tiempo quienes eran unos
y quienes eran otros. La cosa es que siempre estaban peleando por un lugar que
hoy se llama España. Los cristianos para poderle ganar a los moros rezaban
mucho y dicen que un día se les apareció, en plena pelea, un santo que se llama
Santiago, nomás que iba montado en un caballote blanco y con una espada de este
vuelo, así de grandota, como la de San Miguel. Los moros cuando lo vieron
quisieron agarrarlo pero nunca pudieron y los cristianos fueron los que
ganaron, bueno, eso es lo que me contó mi abuelo.
Pero
la cosa no termina ahí. Muchos años después llegaron los españoles a México,
nuestro país, y ¿saben por dónde pasaron?, pues por aquí, por Tomatlán, aunque
dice mi abuelo que en esos tiempos el pueblo se llamaba Quechultenango y que
estaba cerquita de la barranca, allá por las cuevas. Bueno, pues resulta que
esos españoles que llegaron eran los mismos cristianos que le dieron en la
torre a los pobres moros y como aquí, en ese tiempo, no se hablaba como ahora,
(dice mi abue que se hablaba el mexicano o náhuatl), ni usaban ropa como esos
españoles, ni tenían la misma religión, y que los cristianos españoles pues
todo lo quisieron cambiar.
La
gente que vivía aquí se llamaba aztecas, o algo así y se parecían mucho a los
antiguos olmecas, esos que ya les había platicado. Para darse a entender, los
españoles empezaron a hacerles teatro, como el que se hace en la semana santa,
y así les contaron la historia de aquel santo que se llamaba Santiago y cómo
los ayudó a ganarle a los moros. A la gente de aquí les gustó tanto la historia
que empezaron a representarla pero a su manera con música de flauta y tambor y
sonando muchos cascabeles, bailando, que era lo que les gustaba, igualito que a
nosotros hoy en día. Dice mi abuelito que así fue como nació la danza de los
Santiagos.
Además
me contó que por eso en la danza hay dos grupos, los que usan corona y máscaras
que representan a los moros y los de sombrero que son los cristianos. El que
manda a los moros le dicen el pilatos y va siempre vestido de rojo, completito,
y según es el malo. Con los cristianos va el personaje principal de la danza y
se llama Santiago Matamoros aunque nosotros le decimos “el caballito” porque
lleva un caballo de madera en la cintura. Por eso la danza se llama así porque
el personaje principal se llama Santiago y representa aquel santo que ayudó a
los cristianos contra los moros.
Cuantas
cosas, ¿verdad? Ya para terminar, me dijo mi abuelo que el color rojo de la
danza es el color de la sangre y que el blanco simboliza la paz. Las coronas y
máscaras de los moros (que muchos les dicen judíos) es para distinguirlos y
representan a los malos. Los cascabeles representan el sonido de las armas
cuando los dos grupos o bandos se peleaban.
Hay
otros símbolos pero dice mi abuelo que lo importante ahorita, en nuestro
tiempo, es que la danza significa la fiesta y la alegría de nuestro pueblo y
que esas peleas que representan ahí es lo que no debe pasar entre nosotros,
porque somos un pueblo pequeño pero bonito y que la danza seguirá existiendo
gracias a niños como yo. Soy Vicente y ojala que otro día les pueda contar más
historias de mi pueblito, Tomatlán.